Nunca una decisión política, había sido tan meditada y dolorosa, como la que hoy les tengo que comunicar:
Los seres humanos fuimos creados para diversas misiones en la vida, misiones que no son fáciles de identificar, pero que cuando lo logramos, estas pasan a formar parte de nuestras vidas.
Cuando ingresé a la Democracia Cristiana, encontré un lugar donde expresarme, donde compartir ideas, donde desarrollar proyectos sociales, era un lugar donde discutir tenía como finalidad, «perfeccionar», donde la camaradería se basaba en el humanismo cristiano, forjado en el trabajo y el amor por el próximo…
Sin embargo, con el tiempo estos ideales fueron cambiando y hoy aparecemos como un partido incapaz de escuchar a sus bases, con ideas ambiguas, tibias, desconectadas de la ciudadanía; imponiendo ideas sin deliberación alguna, de esta forma se pierde el horizonte, se desconecta de la realidad de las personas y de la necesidad real del país. Esta desconexión con la realidad, unida a una navegación sin brújula, conduce a la Democracia Cristiana, a ser parte de los partidos políticos que terminaron sin ideario.
Pasamos a ser historia, sin capacidad de influir o conducir, que es la esencia de un partido político. Hoy más que nunca se necesita un partido que debe estar atento para entender y generar los cambios y transformaciones profundas que Chile necesita.
Después de 35 años de militancia, puedo decir sin temor a equivocarme, que ha quedado una profunda huella en mí y que seguramente perdurará con el tiempo.
Este es un mensaje difícil de escribir, pero está cargado de sinceridad.
Como algunos de ustedes saben, el día de hoy cumplí con mi última jornada como militante de la Democracia Cristiana.
Lo único que tengo para todos; es una profunda gratitud, pues de cada uno he aprendido algo valioso. Gracias a todos mis camaradas por la oportunidad, la confianza y la enseñanza.
Estoy seguro que en el tiempo que llevo en el partido, he construido lazos de afecto fuertes y duraderos con muchos de mis camaradas, hasta el punto que hoy puedo asegurar que son mis amigos.
Sin embargo, he tomado la decisión, con mucho dolor, de renunciar a la Democracia Cristiana para buscar un espacio de independencia que me permita seguir trabajando por Chile y su gente.
Y quiero decirles finalmente: «que ninguna tristeza será tan grande, como la alegría de encontrarnos en el rumbo que un día perdimos».
Jorge Saffirio Espinoza