Marzo desde siempre ha sido señalado como un mes de altas exigencias, ya que representa formalmente el comienzo del año y la vuelta a las responsabilidades. Naturalmente, ello puede implicar que estemos más ansiosos ante este nuevo comienzo.
De hecho, la ansiedad es definida como un sentimiento que todos han experimentado en algún momento de la vida y en términos fisiológicos se trata de una alerta del cuerpo para modificar la conducta o tomar decisiones frente a la situación que está produciendo miedo, nervios o generando demasiado esfuerzo mental y corporal, como justamente lo es el tercer mes del año.
En el ámbito escolar, existen grupos etarios que están más expuestos a presentar ansiedad. Por ejemplo, quienes enfrentan cambios de ciclos como ingresar a prekinder, kinder, ya que experimentan en su mayoría el impacto de separarse de sus figuras significativas para adentrarse al mundo de la socialización y desarrollo de la autonomía.
Siguiendo esta lógica, otro cambio se vive al ingreso de primero básico donde las reglas de ser parte de la comunidad estudiantil y del aula presentan cambios significativos en las formas de estudio basadas en una metodología más tradicional y formal, muchas veces dejando el juego, como oportunidad de aprendizaje en un segundo plano.
En séptimo año básico se preparan, muchas veces para dejar el establecimiento y comenzar nuevamente el proceso de socialización en un contexto nuevo. Y en cuarto medio, los estudiantes comienzan a entender que están por cerrar un ciclo para iniciar otro, en lo laboral o académico siendo un gran “peso”, muchas veces, el rendir una buena PAES (ex PSU) por lo que en los meses de octubre o noviembre se siente nuevamente la angustia y sobreexigencia.
En estas situaciones y otras más, la ansiedad es una reacción biológica normal, pero cuando esta llega a paralizarnos o afectar nuestro día a día, debemos preocuparnos.
Hay que entender que la ansiedad no es una enemiga o una emoción mala, sino que es un llamado de atención a nivel fisiológico y emocional que nos mantiene conectados con la realidad y permite que nos evaluemos en relación a sí mismo y el entorno. Por eso, también nos permite plantearnos desafíos personales y resolverlos. La invitación es a no demonizar una sensación sino más bien verla como una oportunidad de autoconocimiento emocional.
A su vez, desde una mirada integral, considero que estamos en un momento de cambio paradigmático respecto a la visión que debemos tener los adultos hacia la infancia y juventud. Por lo tanto, la invitación siempre será a abrirnos a escuchar a los estudiantes y consensuar alternativas para el logro de los objetivos curriculares sin tener que llegar a generar un sentimiento de rechazo o desilusión al sistema escolar. Muchas veces esto provoca la decisión de abandonar la escuela, impactando en la trayectoria educativa y en el panorama negativo –por la deserción- que enfrentamos como país.
Tamara Otzen, académica del Doctorado en Ciencia Médicas de la Universidad de La Frontera, presidenta de la Fundación OPA e investigadora alterna del Núcleo Milenio de Sociomedicina.